viernes, 9 de agosto de 2013

Cuento El gnomo Jeromo


Había una vez, un gnomo que se llamaba Jeromo. Vivía en una Seta Gigante en Navacerrada. Tenía como vecinos a una familia de castores; uno de sus hijos se llamaba Castorín.
Un buen día, mientras el gnomo Jeromo estaba leyendo, alguien llamó a la puerta
-¿Quién es?- preguntó el gnomo Jeromo.
- Buenas tardes vecino. Venía a pedirle un kilo de harina, por favor. Mamá está haciendo un pastel- respondió Castorín.
- ¿Y cuando me lo devolverás?- preguntó el gnomo Jeromo con cierto tono de desconfianza y cansado de que siempre le estuvieran pidiendo cosas a él.
-En cuanto mamá vaya el jueves al mercado- aseguró Castorín.
A regañadientes, el gnomo Jeromo se metió en la cocina y salió con el paquete, que era más grande que él. Castorín se lo cargó a la espalda a duras penas y salió tambaleándose. El gnomo Jeromo cerró la puerta, dio una vuelta a la llave y se puso a leer delante de la chimenea.
Cuando estaba totalmente centrado en la lectura, el timbre sonó de nuevo:
- ¿Quién es?
- ¡Soy yo, Castorín!.¡Abreme!.
Y el gnomo Jeromo, pensando que venía a devolverle el kilo de azúcar le abrió gustosamente, pero...
- Perdona otra vez, ¿pero podrías dejarnos un huevo?- pregunto Castorín.
El gnomo Jeromo, con unas ganas enormes de darle con las puertas en las narices, entró en la cocina, y buscó el huevo más pequeño que encontró, ¡ un huevo de gorrión!.
A pesar de todo, Castorín se marchó contento hacia su casa. El gnomo Jeromo cerró la puerta, dio dos vueltas a la llave y se puso a leer otra vez.
Al cabo de media hora, pero que se le habían hecho como cinco minutos, alguien llamó a la puerta. El gnomo Jeromo abrió la puerta sin preguntar porque estaba seguro de que sería Castorín de nuevo para pedirle alguna otra cosa. Y no falló
- Necesito una tacita de dulce de melocotón para el pastel- le pidió Castorín con voz de estar un tanto avergonzado.
Y el gnomo Jeromo, que tuvo que entrar en la cocina para que Castorín no le oyera el grito de rabia que iba a dar, cogió una tazita de las de café y dulce de ciruela con la mala idea de que les sonaran las tripas y se fastidiaran.
Y Castorín cogió el dulce y se marchó tan contento. El gnomo Jeromo cerró la puerta dando tres vueltas a la llave y se puso de nuevo a leer. Pero al poco rato                                                        
- ¡Toc!.¡Toc!.
- ¿Qué quieres ahora, Castorín?
- Necesitamos medio kilo de azúcar para el pastel.
Ya desesperado y sabiendo que se lo tenía que dejar para poder recuperar lo anterior, cogió un paquete, pero de sal en lugar de azúcar. No lo notarían y así se les estropearía el pastel.
Y cuando parecía que ya se habían olvidado de él, llamaron a la puerta, por undécima vez.
Era la familia de Castorín al completo, el padre, la madre, la abuela, el abuelo, los hermanos pequeños de Castorín y Castorín. Venían todos a felicitarle por su cumpleaños y en las manos, mamá castora llevaba... ¡el pastel! Que se lo iban a regalar.Y el gnomo Jeromo, arrepentido de la forma en que había actuado, se desmayó.                                         

5 comentarios:

  1. Me encanta desde pequeña
    Hay un error donde dice que le devuelve el azúcar y es la harina o el harina lo que debería devolverle. Luego aparece el azúcar

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  2. Cual es la moraleja del cuento de gnomo jeromo

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  3. Porque debería tener moraleja? Simplemente es para disfrutar

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  4. pucha que estoy viejo, yo fui el gnomo jeromo en la basica.

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